Se fue como se iba la luna al final de cada mes. Se fue sabiendo que volvería, pero no dejó ninguna nota en la puerta de la nevera. Se alejaba corriendo por una calle vacía, porque pensaba que flotando se elevaría en vuelo el mundo como se eleva el humo, ingrávido mentiroso de lo sucio. Decía, también, que saltando sin caer cambiaría como lo hacen las gaviotas que vuelan lejos de la costa, solo parando a descansar una hora al día en la isla de náufrago que les prestó un recién nacido en la vejez.
Disfrutó de la ausencia como se disfruta del té amargo en una sala de jazz, saboreando cada trago y moviendo los pies al compás que empapa habitaciones hasta donde la vista se funde con las paredes.
No quiso volver y, aunque siempre contestó a los telegramas en el alfabeto de los ‘quizás’, aun con la certeza de que su regreso no mejoraría el oleaje de un mar de mentiras y miradas que ella misma había creado, incluso con las manos sangrando de intentar retener la soga de su inútil intención de ayuda… su cuerpo se presentó ante el tribunal más duro que juzga las intenciones. Salió impune del caso. Pero su mente no apareció, ni siquiera para despedirse de su compañero.
Meses después, confesó: “Caminé con ellos siempre que pude, mas la vista iba perdida, por delante de los hechos y por encima de las cabezas, soñando a otro en una luna que me vigilaba las veinticuatro horas con la mueca que se escupe cuando cazas a una mariposa emborrachando de color a un pobre grillo.”
Disfrutó de la ausencia como se disfruta del té amargo en una sala de jazz, saboreando cada trago y moviendo los pies al compás que empapa habitaciones hasta donde la vista se funde con las paredes.
No quiso volver y, aunque siempre contestó a los telegramas en el alfabeto de los ‘quizás’, aun con la certeza de que su regreso no mejoraría el oleaje de un mar de mentiras y miradas que ella misma había creado, incluso con las manos sangrando de intentar retener la soga de su inútil intención de ayuda… su cuerpo se presentó ante el tribunal más duro que juzga las intenciones. Salió impune del caso. Pero su mente no apareció, ni siquiera para despedirse de su compañero.
Meses después, confesó: “Caminé con ellos siempre que pude, mas la vista iba perdida, por delante de los hechos y por encima de las cabezas, soñando a otro en una luna que me vigilaba las veinticuatro horas con la mueca que se escupe cuando cazas a una mariposa emborrachando de color a un pobre grillo.”
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Las opotunidades marcan nuestra vida. Incluso las que dejamos pasar.
4 comentarios:
Bonito texto de prosa poética. ¿Se admiten sugerencias filológicas?
(Ve pensando en cómplices para actividades poéticas en el insti.)
^^ que tía :)
La frase del final quema en la piel eh? haahha... suena a una de esas frases que te ayudan a sobrellevar la vida...
Llamame friki... yo siempre he recordado una que aparece en X-Men 2 en un momento en el que magneto estaba hablando con pyros... algo asi como "Eres un dios entre insectos... que nadie te diga lo contrario"
Pues bien.. hoy tu eres una diosa entre insectos... y creeme mucha gente intentara quitartelo.. no lo permitas...
(S)
PD: Como odio hablar como si supiese de lo que hablo :D
Sólo decir que siento las pequeñas manías filológicas, soy un poco quisquilloso. Pero has de sobreentender que creo que escribes maravillosamente bien.
Yo a tu edad leía a Stephen King (bueno, y alguna cosa de Kundera). Y escribía poesías, pero si de ellas quitabas los ripios, quedaban un par de frases que podían dar para un haiku.
Así que sigue así. Continuaremos corrigiéndote, pero lo esencial ya está: sensibilidad, profundidad, capacidad de observación, placer en la lectura y eones de tiempo por delante (bueno, no tanto).
Y, por el camino, seguiremos aprendiendo de tus pasos.
Te aseguro que no te hacen falta tintas mágicas. Tienes magia para dar y tomar, y seguir regalando.
Decía Edison (personaje que me cae bastante mal, por otro lado), que el genio es un uno por ciento de inspiración y un 99 por ciento de transpiración.
Cuando nos ponemos a escribir, muchas veces pensamos en una obra acabada, aunque sea pequeña y banal. Como si todo lo que saliera de la pluma (y su transunto plástico, el teclado) estuviera en un primer plano, y no es así.
Hoy, domingo, a las cuatro de la tarde, me aventuré a buscar un café donde escribir (descubriendo lo difícil de esta empresa aquí en Zamora). Cuando encontré algo parecido, simplemente me senté y escribí lo que pasaba alrededor. La actualización anterior, la del bus, la escribí durante un transbordo en Benavente.
Así vienen los pájaros. Sólo escribe, busca palabras para describir lo que pasa en los momentos vacíos (que suelen ser los más interesantes y fecundos), como simple ejercicio. Lleva contigo una libreta pequeña para apuntar esas ideas súbitas con que la cabeza te sorprende en el momento menos pensado. Quizá te tomen por un poco loca, pero qué demonios, ya es demasiado tarde para pasar por sensata...
Perdón por la parrafada, seguimos algún día, mejor en directo.
Nos vemos por los pastos de batalla (perdón, por el aula, quise decir)
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