viernes, 24 de abril de 2009

...Y la media luna por Bagdad.


He vuelto
al suelo que me dio
sustento años ha,
de aquí las raíces
que se enredaron en la vida
hoy, enjambres
de luz matinal
regresan al día
por ellas.

Hoy, bandadas
de gritos libres
se cruzan por la calle
con aquellos que debieron
ser sus pájaros
y que yo tomé
como míos,
y arranqué del cuadro
y pinté en otro
que no los recordaba
como lo hago yo.

Hoy, verdean
los campos
con ese sentimiento
con el que las madres
reciben a sus hijos
huérfanos,
con los brazos abiertos
y sin pedir motivos.

Hoy, piedras
grises ceden
al asedio del musgo.
Son pobres
alhajados
una noche
para volver
al lecho
en el día.

Hoy, libélulas
azules
(casi del color
de tus ojos)
sobrevuelan altivas
el lago, rozando
sus diminutas patas
el agua verde, negra,
profundo abismo
donde espera el verdugo
su muerte a la puesta de sol.

Hoy, se repite
el ciclo de todo:
se embellecen las
ramas frutales,
ríen los petirrojos,
huyen los ratones
por la leña
y un siamés
disfruta de su posición
de cazador,
tras ellos.

Hoy, no soy yo
quien sonríe:
es la Madre quien
parece sonreírme a mi.
Otra vez, he vuelto.
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(8)
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No sé qué contarte que no me hayas dicho tú primero.

miércoles, 15 de abril de 2009

Dime quién te ha colgado el mar en las pestañas


Llora el árbol la resina
y se cierran los pétalos.
Inyectados los ojos en ira
y rabia contenida en los dedos.

Gris come por dentro
más negro que blanco
poco a poco, subiendo
del alma a la garganta.
Ya ni siquiera canta
saca la arena del bolsillo,
saca su vida a cucharadas.
Se rasga el cuerpo con rastrillo
y sangran, las bandadas
que mueren por el pasillo
de una clase abandonada,
moribunda y sin colorido.

Frugal como un suspiro
cabizbaja, huyéndonos
como las ratas del ruido
arrepentida por el abandono
de ella, su palabra
el oleaje de los bobos
ilusos que necesitan
una dosis de sonrisas
que les mienten por los codos.

Ni isla de naufragio,
ni el palacio de los Momos.
Ya casi ni el tejado
donde arropa el infinito.

[Ocho]
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Y entonces estás
queriendo ser tú otra,
pareciéndote tanto
a ti misma, que tengo
miedo de perderte, así.

jueves, 9 de abril de 2009

Y tengo una pecera sólo para beberte...

Llueve
en el alféizar de tu ventana,
un llanto desparramado por la acera
y las lágrimas tiznando el cristal
de gris ceniciento,
descontrolado
por los caminos
que os llevaron a Roma.
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Te llueve.
Me asomo a ti
y creamos los dos el sol
que llega pronto en la mañana,
homicida de los astros
que surcan tu rostro,
deseosos de morir en tus labios.
Brillantes. Mojados.
Con el regusto a olvido
de noche
(mal olvidado).
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Nos llovemos
juntos
entre los brazos
el uno al otro.
Incesantes, escondidos
sin cansarnos.
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Les llueven
las gotas de cera
desde los aspersores.
Pasajeros
en una pecera
como piedras
en el mar.
Observando
(sin perdonar)
esa, la danza
de peces de colores.
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Y aun tú, yo,
y el agua entre nosotros.
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Esta vez reposaba tranquila en el alféizar de la ventana contemplando, pequeña, cómo los presentes se volvían locos.

lunes, 6 de abril de 2009

Más de cien motivos para... no, cortarse de un tajo las venas


Respira el pasado del que carece
la sombra del chico al que acompaña
que entre trapos sucios mece
su sueldo de bar en la barra.

Los hilos cortos le crecen
a la marioneta que encarna
en su papel de mequetrefe
que besa con descaro la falda
de Dulcineas que merecen
un aullido entre las cartas
y un lazo gris que estreche
sus andares en la escarcha.

Pierde tacto en la trastienda
entre tinta china se mancha
de rojo sangre las vendas
si amanece antes de mañana.

No tienen vida las quejas
que a hombros de insensatos
deja como sacos de velas
sin mástil al que amarrarlos.

El aire entumece el rostro
mientras se muerde las manos
con el nervio de la etapa
en la que comentan los gusanos
cómo el rey visigodo se mata
y llega el pueblo cristiano
enseñando en sus cruzadas
que la historia es prosa versada
y relatos.

Bebe flores que contaminan
con sus pétalos la pupila
que se agranda, sedienta
de la luz oscura que se alquila
o se vende por gramos mientras
en una esquina la anidan
con un cartel luminoso
rezante: es de la fina.

Y el niño que se ahoga
por su falta de reposo
ante una huida por la soga
en la que se cae al costo.

Y del pozo ya no sale,
muere al segundo que resucita
él piensa que todo fue en balde
y que su juventud será infinita.

Ahora solo hay amaneceres de día
y mantas que le tapen
la vergüenza de echar por tierra
la sencillez que más valía.

Se consume como el cigarro
aparcado en un cenicero,
lento, incesante, macabro
si te sonríe en silencio.

Ha roto el espejo de cera,
en una cueva rasgó sus dedos
y al pasado que viene delante
le come el azogue con versos.


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...Tenemos el morbo, los celos, la sangre. Tenemos la niebla metida en los huesos...
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Tenemos proyectos que se marchitaron,crímenes perfectos que no cometimos,retratos de novias que nos olvidaron,y un alma en oferta que nunca vendimos.