lunes, 23 de febrero de 2009

No tengo más que ofrecerte que esta lista de bagatelas...


Blanco, empiezo en blanco la hoja que te has ganado a la fuerza.
Se mancha con halagos, con reverencias.
Dobladas están las esquinas por
las interrogaciones que te visten.
Huele a cerveza y a haber vivido mucho en poco. Al tacto
es como el papel de fumar
en los bares que se cierran a tu paso.
Vibrante voz que perenne impregna
las letras tras las llamadas inservibles a tu patria.
De desesperación son las arrugas que
marcan los billetes de dólar,
mas de poco sirven para recordar
lo que no se compra.

Otro borrón de sangre y de tinta china,
como decía el rey del sombrero
que ameniza las esquinas
con las seis cuerdas de su guitarra.
Verdadera garra
la de Sabina.

Una carta en blanco, eso creía,
cuando sin tintero a mano se me caía
la esperanza a la suela del zapato
y un hombre gritando “¡Sólo lo mejor, vendo barato!”
me timaba un duro por un sobre que no servía
para mandar de mi nada a la tuya una pequeña alegría
y otras veinte pesetas por el sello
–que no mostraba el rey de antes, solo el cuello
que se ofrece en las coletas ladeadas,
incitando a ser cortejadas
por Donjuanes y plebeyos –.

Al fin se escribió sola, sin una palabra a su espalda
y con la cara pintada de contarlo todo
y dar las gracias a los que esperan.
Llegará en verano, a galope desde la arboleda
y con dirección a un buzón antiguo,
donde sólo quedan los fantasmas de lo ambiguo
y una letra en la reja de entrada
rezando: esta fue tu morada.
Tuya, que fuiste niño.
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( 8 )
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Felices diecisiete, aficionado a las máscaras.
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Julián escribió una vez que las casualidades son las cicatrices del destino. No hay casualidades, Daniel.

domingo, 22 de febrero de 2009


Duerme, vida, duerme. Chantajea al mecanismo del reloj para que te dé los minutos que le sobran. Descansa hasta afianzar el rostro, hasta que se pierdan en el baúl las máscaras de carnaval. Duerme por lo tuyo, por lo mío, por lo nuestro.

Sólo déjate llevar como se dejaría la que ayer fuiste tú, a la que le prestaste el nombre. No le tengas miedo a lo oscuro, en las sombras viven los buenos héroes. Agujeros en el tronco de un árbol y los brazos que te acunan a su vera.
Luciérnagas maduras iluminan
de tu cara la estela que abandona la risa
hacia un camafeo
cuando por tu camisa
se abre paso Morfeo.














Tú no jugabas para no perder, yo hacía trampas para no ganar.

martes, 10 de febrero de 2009

El invierno se ha arremangado la camisa y ahora nos roba el aliento


Perdido el norte en una ciudad del sur,
removiendo escombros y pisando pladur
camina la desdicha personificada.
Pasea por los parques y les da la espalda.
Es un ladrón de colores,
contamina el aire con sudores
de hospital de mala muerte.

Los ancianos a su paso sonríen
y se les surcan los mofletes.
Una arruga por año, dicen los valientes.
Son hombres que relatan batallitas en las salas de estar.
Martirio es su mirada
cuando te persiguen al andar.
Se unen a los insensatos como la tinta al papel,
solapan los tarareos que escucharon en el burdel.
Tienen las gargantas cansadas de vivir
y harto esperanzadas en volver a hablar.

Se apoyan en bastones,
pero van por delante de todos.
Sin poder huir te encierran como trenes
que gritan “arriba pasajero”,
y cuando decides subir al viaje
ya está a más de mil instantes. Los veleros
al otro lado del mar.

“Se nos iba la vida, amigo, sin olvidar
el sabor de las campanas de misa de doce”
comentaba uno a otro, simulando el roce
que le acunó hace años,
cuando su pelo no era cano
y tenía sed de su musa.
“Ya no caminan como antes, sólo cantan en las duchas.
No pueden tocar el aire y jugar con las medusas.
No duermen con pijamas y no nos escuchan.
No se dan cuenta de lo inútil que es la lucha
con movimientos y, sin esto ser cierto,
inútil rivalizar por las tierras.
No tienen sentido las guerras
ni las letras que escriben.
Se pelean por las sombras
en vez de por el océano,
libre de todo y amplia frontera entre ellos
y nosotros.”
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Pero el tren ya les había robado las palabras.

jueves, 5 de febrero de 2009

Es como una partida de ajedrez por carta


El tiempo… un desalmado. Porque nuestro duende es conocedor de lo impalpable, de lo inmedible. Y veinte veces te dirá que su reloj le miente, que serpentea entre los segundos, arranca suspiros, corre y se detiene sin previo aviso. Esta noche será como otras tantas: oscura y plácida… claro ventanal de los planetas.

Mas al fin duerme, y se olvida del minutero. Hoy sus párpados son fronteras y su imaginación el mejor juguete. Puede que sueñe con los campos del norte, puede que lo vea con ojos verdes o que se arrope esta noche entre cálidos abrazos. Quizá llore en su regazo y le guiñe al barquero para que le invite a un viaje por entre los anhelos.

Sea como fuere, y si el lecho lo permite, lo grabará en la memoria con tinta invisible. El tiempo y la distancia terminarán borrándolo todo, pero es lo apasionante de los sueños: no pueden ser recopilados en discos de vinilo con nombre propio y con las vueltas contadas.













Bienvenido a Cotton Club. No olvides cerrar los ojos...



Provócame una sonrisa, haz que esta cruz sea cara. Hazme creer aunque mientas que esta noche no es tan rara...
Todo me sale al revés, siete vidas tiene el perro.

domingo, 1 de febrero de 2009

Ruido. Calles llenas de nombres y apellidos con prisa. Golpes ensordecedores retumban en los oídos. La mirada perdida, que nunca y siempre vio la tinta negra del que escribe con ojos bañados en lágrimas. Frío. Corrientes heladas que se cuelan por las faldas y los resquicios de puertas de entrada en las casas grandes. Misterio por sonrisa. Diamantes en el alma. Sábanas blancas y tu espalda. Huele a versos nuevos el aire de tu boca y a calor efímero de suspiros que ayer fueron hoy. Chimeneas rotas. Espacio en la cama y el roce de tus zapatos en el parqué al marcharte.

El rostro escondido entre las dudas y los brazos alrededor de las piernas. Pequeña y sola. Muy pequeña.












Esos rascacielos son tubos de un órgano. Alguien le arranca las notas al teclado del río Hudson y la música sale por esos tubos. Así se cubre Nueva York de música. Escúchela...