domingo, 28 de diciembre de 2008

Iré donde me lleven mis botas.


Y qué más da que vaya deshollinando chimeneas viejas y limpiando muros supurantes de tinta si ésa es su vida y desea vivirla.

A quién le importa si me sonrío al disfrutar de películas Disney y del escondite. Si muero y renazco destrozando canciones por gusto. Si resulta que era yo la del “Carpe Diem” y no tu.

Y la tinta de los muros le sirve de acompañamiento,
Recorre lomos de libros ya leídos con el dedo
Y se detiene unos instantes
Para recordar lo que fueron antes,
Historias en movimiento.

No me digas lo que debo hacer ni me des malos consejos. No me nombres tus desdichas, porque no le llegan a los talones a los verdaderos problemas que afronta el mundo.

No le tiene miedo a las puertas cerradas,
Vagabundea entre la marabunta con las ropas caladas
Y sin equipaje.
Busca fervientemente explorar otros parajes
Y le ayudará la labia demostrada.
Tiene todo el derecho a huir, o a marcharse.


Oblígame a seguir la marea y te daré la espalda, sin importar si fui yo tu marioneta o si los papeles cambian. Perdón por no dejarme llevar por unas cuantas directrices dichas al aire, no seguiré los pasos de nadie.

Cuando llega a casa comienza su creencia en trasgos y hadas. Y ellas, por cortesía, iluminan cada día su almohada para que presencie una vez más las historias escritas con tinta de muros caídos tras las puertas que no han sido abiertas. Así descubre imágenes que recordar en la próxima visita al mar de legajos que guarda siempre debajo del mugriento sofá.
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Tú no puedes volver atrás porque tu vida ya te empuja como un aullido interminable.

lunes, 22 de diciembre de 2008


Kilómetro 249. Estoy ya lejos de casa y es ahora cuando tengo ganas de ti. Aún con los ojos cerrados, dibujo sobre el vaho de la ventanilla el contorno de la musa del cuerpo de cometa, la misma que está expectante a que pase un platillo volante por el firmamento. Un destello consigue despertarme de mi letargo e inconscientemente dirijo la vista hacia las sombras que lo envuelven todo, excepto su sonrisa. La mueca que forman los labios de la luna menguante, los labios de Selene. Hoy en día es la única sonrisa capaz de atenuar el refulgir continuo de las estrellas, que ahora son diminutos puntos de luz pálida.

Pese al cansancio, lucho por recordar que tengo que abrir los ojos después de cada pestañeo si es que en realidad deseo darme cuenta en todo momento del cambio de color que sufre el cielo. Y esta lucha entre cuerpo y mente llega a buen puerto. No me perdería este amanecer por nada del mundo.











Porque hay hilos mas largos que mil mundos y más gruesos que todo lo demás.

viernes, 19 de diciembre de 2008

"Nada malo puede pasar" pensaba el momento antes de echar un último vistazo a mi imagen en el espejo. Me coloco la toca. Hago el último repaso mental del texto entero, incluyendo los diálogos de otros. Suspiro. Alzo la cabeza y salgo pisando fuerte.

Entonces experimento un cambio terrible: la fuerza de la entrada se esfuma y me invade una inseguridad capaz de hacerme flaquear. Mis rodillas tiemblan. Se quiebra mi voz. Se quiebran todas las voces, mejor dicho. Y me parece que he llegado a escuchar el silencio total… sí, el tedioso silencio. Los segundos más largos de mi vida se llevaron junto con la frase perdida, mi capacidad de invención.

Pero dejando los espacios en blanco a un lado, no ha sido tan mal. O, si lo ha sido, fue un mal común. Eso siempre anima.


Menos mal que después de la tormenta siempre llega la calma.







¡Vive Dios que acabe esta farsa!

martes, 16 de diciembre de 2008


El viento silbaba fuertemente en mis oídos la pasada tarde. Iba deambulando por las calles estrechas, sin pausa y sin rumbo.
Miro al frente y el horizonte me ofrece un sin fin de posibilidades. Pero continúo en línea recta, sobre la nieve recién caída.
A mi paso solo quedan huellas de pies descalzos, que poco a poco se convertirán en charcos de agua dulce.


Todo lo que fui, evaporándose paulatinamente desde la alborada.














Si aprendo a descifrar este lenguaje sin palabras, conseguiré descifrar el mundo.

martes, 9 de diciembre de 2008

Como el sol de invierno.


Y te encuentro aquí, en estos parajes dejados de la mano de Dios. Te veo libre de esa fachada edificada con tanto esmero que te empeñas en mostrar al que te rodea, haciéndole pensar que eres como el sol de invierno, distante y hecho con el más puro mármol.

Pero tú y yo sabemos que tu verdadera naturaleza es otra. Eres cálido como las últimas brasas de la hoguera que avivamos con nuestras inocentes manos, aquellas que disfrutamos juntos una noche hace ya muchos veranos. Eres un soñador, no me lo puedes negar. En apenas quince días me percaté de tus frecuentes miradas furtivas a las estrellas.


Y entonces es cuando te admiro. Me gusta cuando callas porque estás como ausente.









Él quería verlo todo yaciendo en un éxtasis de paz. Yo lo quería todo centelleando, agitándose en una danza magnífica y jubilosa.

domingo, 7 de diciembre de 2008


Joven, como una hoja de otoño que ha vivido poco. Impactante, igual que la amistad entre el león y la oveja. Soñadora, como el pájaro que no quiere ser enjaulado. Diferente, por pasar los viernes sobre las tablas. Fuerte, como aquel que tropieza y se levanta. Especial, por hacer lo que hace y de la forma en que lo hace. Inteligente, como todo ser vivo que lucha por la supervivencia. Moderada, porque todo tiene su justa medida.


Y púrpura, tremenda e irremediablemente púrpura. Así era ella.




La aventura de ser la mujer que está más allá de la imagen reflejada en el espejo.