domingo, 18 de enero de 2009

Cuantos días, cuantas nueces, veinte años...


- El sollozo era audible en toda la casa a una baja frecuencia, como una sucesión de sonidos graves y cristalinos. El televisor sin volumen mostraba la imagen de la venta de Nueva York a los holandeses por veintisiete dólares. Sobre la mesa, un mantel puesto a medias, una cerveza y el almuerzo frío del que lloraba en un rincón del pasillo. El bulto de aquella esquina estaba visiblemente nervioso, la respiración entrecortada lo evidenciaba. Había llorado. Había estado llorando al menos tres horas seguidas. Alzó el rostro y, con él, la lúgubre mirada hacia el espejo que estaba al otro lado del pasillo y contempló su aspecto con los ojos vacíos. En ellos ya no brillaba nada. Ni el destello blanco de sus ojos negros ni sus fuerzas para seguir adelante. Nada. Una nada que producía la sensación de haberse quedado ciego. Después de cuatro horas con el alma y el cuerpo encogidos sólo se había atrevido a elevar la vista con los ojos rojos de sufrimiento. Rojos por haber sentido un día las escaleras de emergencia de las películas bajo la suela del zapato. Rojos por recoger sonrisas de ánimo que de poco sirven ahora. Rojos por ser testigos del éxito y estar implicados en el fracaso de toda una vida. Rojos de aprender, rojos por descubrir mentiras de la ciencia. Rojos… Quizá no cambien nunca de color. Quizá.

- Dime, gato… ¿Por qué lloraba aquel hombre? ¿Fue el amor? ¿El dinero?

- No, pequeño. Yo lo vi todo, sentado como una estatua en el alféizar de una ventana abierta. A veces él me miraba, y a veces yo le miré. Como ya te he dicho, era como haberse quedado ciego... y eso solo podría significar una cosa. Lloró por los muertos que no mueren en una guía telefónica, por los soldados que envían sus fotografías a la familia creyendo que así envían una parte de ellos mismos. Lloró porque toda su realidad se vio reducida a un unicornio en la quinta avenida, haciendo esquina con la calle de los enigmas sin respuesta, en la antigua Nueva York.













Pero a mi me gusta el siete,
porque es un roto en la vida,
y como estoy descosida,
le digo a lo triste: Vete.
Llegar a la cama y ¡Joder, qué guarrada sin ti!

3 comentarios:

[H/C]--(S) dijo...

Ella partió deprisa... voló como una brisa huyendo de esos días y él no comprendió...


:S


Joo yo quiero un gato así^^ y dejo de hundir la mano en tus rizos^^



El texto tiene partes^^ Eres muy irregular, eres como Gulbis xDD

El final es magnífico... El principio demasiado detallado para un texto tan emocional yo creo... y luego como siempre tiene imagénes increíbles y otras que no me gustan tanto pero eso ya...




En ellos ya no brillaba nada.





Para algo sirve el llanto

Cuídese señorita^^
Y sigue así.

[H/C]--(S) dijo...

Y al día siguiente ya no me acuerdo de nah que todo era de colores... donde estaran los besos?

Hhaha.. es buena la poesía.. a mi si me ha gustado... mi parte preferida es la del rojo... no me gusta tanto lo de la nada.. pero bueno.. eso seré yo ^^

Me gusta de todas formas ^^

Ya nos vemoos ^^

(S)

Mario dijo...

Y al dia siguiente..salir beber, lo mismo de siempre, meterme mil rayas..! (8)

Me gusta mucho, asusta como escribes.