Y qué más da que vaya deshollinando chimeneas viejas y limpiando muros supurantes de tinta si ésa es su vida y desea vivirla.
A quién le importa si me sonrío al disfrutar de películas Disney y del escondite. Si muero y renazco destrozando canciones por gusto. Si resulta que era yo la del “Carpe Diem” y no tu.
Y la tinta de los muros le sirve de acompañamiento,
Recorre lomos de libros ya leídos con el dedo
Y se detiene unos instantes
Para recordar lo que fueron antes,
Historias en movimiento.
No me digas lo que debo hacer ni me des malos consejos. No me nombres tus desdichas, porque no le llegan a los talones a los verdaderos problemas que afronta el mundo.
No le tiene miedo a las puertas cerradas,
Vagabundea entre la marabunta con las ropas caladas
Y sin equipaje.
Busca fervientemente explorar otros parajes
Y le ayudará la labia demostrada.
Tiene todo el derecho a huir, o a marcharse.
Oblígame a seguir la marea y te daré la espalda, sin importar si fui yo tu marioneta o si los papeles cambian. Perdón por no dejarme llevar por unas cuantas directrices dichas al aire, no seguiré los pasos de nadie.
Cuando llega a casa comienza su creencia en trasgos y hadas. Y ellas, por cortesía, iluminan cada día su almohada para que presencie una vez más las historias escritas con tinta de muros caídos tras las puertas que no han sido abiertas. Así descubre imágenes que recordar en la próxima visita al mar de legajos que guarda siempre debajo del mugriento sofá.
A quién le importa si me sonrío al disfrutar de películas Disney y del escondite. Si muero y renazco destrozando canciones por gusto. Si resulta que era yo la del “Carpe Diem” y no tu.
Y la tinta de los muros le sirve de acompañamiento,
Recorre lomos de libros ya leídos con el dedo
Y se detiene unos instantes
Para recordar lo que fueron antes,
Historias en movimiento.
No me digas lo que debo hacer ni me des malos consejos. No me nombres tus desdichas, porque no le llegan a los talones a los verdaderos problemas que afronta el mundo.
No le tiene miedo a las puertas cerradas,
Vagabundea entre la marabunta con las ropas caladas
Y sin equipaje.
Busca fervientemente explorar otros parajes
Y le ayudará la labia demostrada.
Tiene todo el derecho a huir, o a marcharse.
Oblígame a seguir la marea y te daré la espalda, sin importar si fui yo tu marioneta o si los papeles cambian. Perdón por no dejarme llevar por unas cuantas directrices dichas al aire, no seguiré los pasos de nadie.
Cuando llega a casa comienza su creencia en trasgos y hadas. Y ellas, por cortesía, iluminan cada día su almohada para que presencie una vez más las historias escritas con tinta de muros caídos tras las puertas que no han sido abiertas. Así descubre imágenes que recordar en la próxima visita al mar de legajos que guarda siempre debajo del mugriento sofá.
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Tú no puedes volver atrás porque tu vida ya te empuja como un aullido interminable.