En cuanto la imagen se olvida
del cuerpo al que atiende
le cierra la puerta a la vista
y se deja las llaves por dentro.
Callejea ajena a estruendos,
colores y distancias
y mira arriba, lejos,
emborronando algún pájaro,
cantándole a su huida.
Meciéndose en tus brazos.
Camina, perdida,
parando en los semáforos
y buscándose la sombra,
huérfana de amaneceres,
bajo los adoquines
empapados en otoño.
No sabe ya lo que hizo
para esquivar lo que le viene.
Juega con sus propios rizos,
protege todo lo que tiene.
Y vuelve, lenta,
cuando la imagen se acuerda
del cuerpo al que atiende
le cierra la puerta a la vista
y se deja las llaves por dentro.
Callejea ajena a estruendos,
colores y distancias
y mira arriba, lejos,
emborronando algún pájaro,
cantándole a su huida.
Meciéndose en tus brazos.
Camina, perdida,
parando en los semáforos
y buscándose la sombra,
huérfana de amaneceres,
bajo los adoquines
empapados en otoño.
No sabe ya lo que hizo
para esquivar lo que le viene.
Juega con sus propios rizos,
protege todo lo que tiene.
Y vuelve, lenta,
cuando la imagen se acuerda
de cómo entrar por la ventana.
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( 8 )
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O no pienso en nada, la mirada se me pierde en el cielo, o en los árboles, o en un objeto pequeñísimo -una semilla, un insecto- y se me hunde el pensamiento en esa modorra que va disolviendo el bulto y el color de lo que veo, y los sonidos, los olores, hasta que todo se convierte en una sensación borrosa y me parece flotar en el agua cálida de algún río secreto.
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"El Oro de los Sueños"